¡Oh
blanca Navidad! Para una canaria esta expresión no cobra demasiado
sentido hasta que se halla en plena capital del país y contempla por
primera vez cómo unos copos de nieve tiñen de blanco rápidamente
el entorno. Y aunque cuando toqué la fría escarcha me pareció un
momento dulce y algo infantil, he de reconocer que me decepcionó. La
culpa es de Heidi y sus lacrimosos capítulos donde los montones
de nieve se me antojaban esponjosos y blanditos, ideales para hacer
guerras adorables entre amigos y mascotas. Sin embargo y lejos de
ponerme impertinente con el hallazgo, intenté disfrutarlo. Me
encontraba bien lejos de casa, ansiando que llegara el 22 de
Diciembre para tomar un vuelo y ver a mi familia, retomar las
costumbres, dejarme acariciar por la calidez de nuestro sol y
reconocer el aterciopelado acento de mis paisanos nada más pisar
suelo isleño.
La
Navidad siempre fue sagrada, quizá por mi empeño en seguir
atrapando cierta magia tras convertirme en adulta. Degustar los
platos de mamá, escuchar las anécdotas de papá, reírme con mis
hermanas y envolver regalos para mis sobrinos, se convirtieron año tras año en citas imprescindibles. Pero crecer implica no hacer siempre lo que
uno quiere, así que asumí a regañadientes olvidarme demasiadas
veces de mi etapa preferida del año. A los artistas nos toca con
frecuencia perdernos muchos instantes porque sencillamente somos
quienes ambientamos las celebraciones del resto, de tal forma que
presenciamos la alegría desde el escenario pero no disfrutamos
nuestras propias vidas, o al menos eso me pasó a mí.
Soy
una apasionada de estas fiestas, pero que me aspen si encuentro algún
atractivo en los especiales pregrabados que se emiten por televisión.
La magia que para mí ofrecen estos días nada tiene que ver con la
exposición de artistas y gags humorísticos que se alternan para
causar algún atasco en la garganta del espectador cuyo propósito es
beber cava y comer polvorones a la vez. Qué curioso que las
televisiones solo se interesen por los artistas cuando necesitan
relleno para un formato tan obsoleto y aburrido como son los
especiales navideños. El resto del año nos merecemos las peores
horas de emisión y por supuesto interpretar nuestros temas a medias
porque no hay tiempo suficiente. Una canción dura aproximadamente
entre 3 y 4 minutos, por lo que ruego me disculpen si esto escapa a
mi comprensión. No hay tiempo para la cultura, ni siquiera 4 tristes
minutos.
Pero
hoy no quiero ponerme excesivamente crítica, por aquello de que es
una época de amor y fraternidad. El día 7 de Enero ya volveremos a
ser igual de insoportables y despegados, mas hoy nos dedicaremos
mutuamente buenos deseos y salud, no vaya a ser que alguien nos tache
de matasueños y paganos.
Así que aunque algunos no estemos a gusto porque no podremos celebrar nada o nos enmudezcan a diario, Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, Felices Reyes y Feliz Cultura. Hala.
Así que aunque algunos no estemos a gusto porque no podremos celebrar nada o nos enmudezcan a diario, Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, Felices Reyes y Feliz Cultura. Hala.
Le pido al viejo gordo Pascuero que regreses siempre en Navidad, hermana!!
ResponderEliminarY qué nadie ni nada nos haga enmudecer .
El viejo gordo Pascuero!!! Jajajaja A ver si el año que viene hacemos un "Vuelve a casa vueeeelve" ;)
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